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jueves, 20 de septiembre de 2012

El Viaje de Hawkwood (Las Monarquías de Dios)








Título: El Viaje de Hawkwood (Las Monarquías de Dios I)
Autor: Paul Kearney
Género: Baja Fantasía
Editorial: Alamut
Páginas: 352





Los seguidores del Profeta acechan los reinos ramusianos. Han conseguido conquistar la gran ciudad de Aekir. Corfe, uno de los defensores de la muralla caída, deserta para seguir el flujo de los refugiados. Mientras tanto, el capitán Hawkwood ve como la ciudad de Abrusio es víctima de uno de los inceptinos que, en sus ansias de demostrar que su fe no reconoce leyes humanas, se enfrenta al rey Abeleyn, iniciando una purga de herejes, descreídos y practicantes de dweomer. La estabilidad política, tanto en las cortes reales como en los templos inceptinos, se ve tambaleada por la arrogancia y la ambición, creando un clima interno insoportable y terriblemente inoportuno en un momento en el que los perros merduk están conquistando los reinos del Santo Ramusio. Por si eso fuera poco, Hawkwood se embarcará en un peligroso viaje sin aparente relación con toda esta enrevesada trama, un viaje que resultará estar maldito, aunque quizás no por fuerzas divinas.

Vamos a analizar esta pequeña joya de la literatura fantástica con mucho cuidado. La diseccionaremos con cariño y emoción, porque lo merece.


En primer lugar, como me gusta hacer habitualmente, vamos a hablar de la narración en sí. La retórica del autor es simplemente deliciosa, de esas que te arrancan una sonrisa estúpida cuando abres el libro por donde lo has dejado y lees un par de frases. Metáforas, símiles, ritmo, descripciones… su uso del lenguaje tiene un nivel al que cuesta encontrar fallos. Si decía de “El Nombre del Viento” que su narrativa te acuna y te hace mantenerte en un estado agradable, en el mismo sentido que lo es notar la calidez del sol en una mañana fría, la de “Las Monarquías de Dios” te atrapa, te excita, te emociona y te zarandea a veces, como una montaña rusa. A la vez que utiliza una retórica muy cuidada, tiene una fluidez en el lenguaje envidiable, una combinación difícil de conseguir.

Su forma de presentar la política hace que te metas en situación de tal forma que te puedes quedar literalmente boquiabierto (a mí me ha pasado) cuando uno u otro personaje dice algo inesperado o fuera de lugar para la posición social que ostenta y la situación concreta en la que está envuelto. Los diálogos, cuidados hasta el extremo en las delicadas situaciones de la corte, evidencian los juegos de palabras, las medidas exactas de los practicantes de la política y sus artimañas, verdades a medias o amenazas disfrazadas de elogios. Estas escenas resultan especialmente fascinantes.

Como nada puede ser perfecto, veo dos fallos en la narrativa de este libro. El primero es que necesitas un diccionario al lado la mitad de las veces si quieres comprenderlo por completo. Yo no sé si el autor es navegante, pero habla de las partes del barco y de términos marinos con una precisión admirable, como admirable es el trabajo que ha debido de hacer el traductor para transmitirlo todo. Para los que no sabemos nada de barcos, esto es un inconveniente. Pasa un poco también en las cuestiones militares: armas, defensas, ataques… pero son mucho más comprensibles. El segundo fallo implica un tirón de orejas para el traductor/editor. Todos sabéis cuánto me gusta esta editorial y estoy acostumbrada a que haga un trabajo impecable en cuestiones de redacción y traducción. Pues bien, en esta novela he encontrado unos cuantos errores que merecen una amonestación cariñosa pero firme.

Pasemos ahora a los personajes.

Los hay de todas las clases y en sí, individualmente, no los destacaría especialmente, al menos a la mayoría (con notables excepciones). En cambio, las situaciones que se dan entre ellos, la forma de llevarlos y de compaginarlos que tiene el autor, hace que ganen el interés del lector. Es decir, es en las relaciones interpersonales donde los personajes cobran vida y ganan volumen aunque por sí mismo no resulten remarcables. ¡Y cómo cobran vida!

Cabe hacer el inciso de que el autor describe sin tapujos las escenas de sexo entre ellos. No da la impresión de que se recree en ellas, simplemente las muestra, de forma que las líneas no suenan a “novela rosa” ni empalagan, y en cambio te dejan una agradable sensación. Tampoco en ellas pierde sus capacidades de mostrar esa retórica tan cuidada de la que hablábamos antes.

Volviendo a los personajes, al principio puedes incurrir en el decepcionante error de pensar que va a ser partidista y clásico, poniendo a los buenos como buenos y a los malos como malos. Nada más lejos de la verdad. Algunos personajes son sencillamente inclasificables en tan burdos términos. Aunque encontraremos personajes que podamos poner más o menos sin lugar a dudas en uno u otro bando, tendremos que cuidar nuestros juicios, porque la mayoría nos sorprenderá con acciones que no esperábamos de ellos.

Sabéis cuánto me gusta que se juegue con los claroscuros de los personajes.

Dicho lo cual, adentrémonos en lo que para mí es el fuerte del libro: La trama.

Una de las cosas más asombrosas de este libro es que no se me ocurre una persona a la que no le pueda gustar en absoluto. Me explico. Por un lado tienes la fantasía, los practicantes de dweomer, que vienen a ser magos, y por supuesto los cambiaformas y demás criaturas. Por otro lado tienes la aventura, representada de una forma tan absurdamente evidente como deslumbrante en el viaje marino. ¿Qué te va más la política? No hay problema, desde luego, y da igual si te atrae en mayor medida la de las relaciones cortesanas o la de las jerarquías eclesiásticas, tienes de ambas. ¿Eres más de misterio? No importa, en el barco puedes jugar a “quién es el asesino” (aunque en este aspecto admito que yo y muchos lo descubriréis un poco pronto) o elucubrar sobre lo que se esconde realmente detrás de ese viaje, que imagino que lo sabremos en el próximo tomo. Si eres de los que sienten predilección por las acciones bélicas, faltaría más, tendrás tus asedios y luchas. En caso de que te vaya más la literatura histórica, encontrarás muchas referencias y el ambiente está tan perfectamente representado que la fantasía te resultará casi secundaria. ¿Prefieres situaciones en las que los personajes se ven obligados a tomar decisiones difíciles? No te van a faltar. Tal vez, en cambio, te da cierto morbo el estilo “telenovelesco” de amores imposibles o hijos ilegítimos; en tu caso, te aconsejo que no pierdas de vista a Jemilla, Griella o Murad.

En definitiva, el libro es tan completo que resulta abrumador, pero no hay que preocuparse, el autor se toma su tiempo para avanzar en la trama. Nunca dejan de pasar cosas, pero todo a su ritmo y sin que te pierdas nada.

¿Una objeción a la trama? Para mí, es muy previsible. Pero no es como pensáis. En la mayoría de las ocasiones no te decepciona que las cosas ocurran como esperabas, sino más bien al contrario. Estás leyendo una parte y pensado “ojalá ocurra esto” y te mantienes expectante hasta que, efectivamente, pasa como tú querías que pasase.

No es por nada, pero eso demuestra que el autor tiene una capacidad para despertar deseos en el lector y luego satisfacerlos admirable.

Bueno, creo que puedo afirmar sin lugar a dudas que este es uno de los mejores libros que he leído. No es que os lo recomiende, es que os aconsejo fervientemente que corráis a la librería más cercana a haceros con una copa. Ya, según terminéis de leer.

Pronto os traeremos a Remolino de Tinta la segunda parte, que ya tengo en mis manos. ¡Estad atentos!


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